sábado, 15 de julio de 2017

Dos mujeres claves en la muerte de Cesare

I

Terminó todo olor en la sombra
y a la ciudad solo nos llega el viento[i].



Me acerco a estos terrenos que no he hollado anteriormente con la intención de rendir un homenaje íntimo a un poeta crucial en mi vida, para acercarme a él tuve que reflejar mi repulsa hacia el perfil más perverso y brutal del hombre medio que deja naufragar en su isla a aquellos que no comprende por más que los vea bellos y cargados de sinceridad. 

El hombre de la calle para quien reclama otro destino que no puede medir, aunque sea en la distancia que establecen los libros, la soledad en el amor cuando se convierte en una necesidad obsesiva que no se alcanza. Pavese sentirá un amargo desasosiego y repulsa hacia sí mismo cuando ve a las parejas que regresan de un paseo por el campo en el que, quizás, ha habido un encuentro amoroso que delatan los cabellos desordenados, las briznas de hierba sobre una humilde blusa con un botón desabrochado.

Nada sabe del viento la mujer que duerme
y respira; la tibieza de su cuerpo
es la misma de la sangre que murmura en nosotros[ii].  

La incomprensión en la poesía en una Europa herida por la trivialidad pragmática de la prosa en verso[iii] y un pensamiento que habla de la angustia de vivir, por las citas breves, bienintencionadas pero que no miran a la cara a la realidad tortuosa y mística del amor; las palabras solo aroman unos segundos y después se convierten en el humo que nunca dejaron de ser cuando hablamos de un sentimiento que ha muerto, sigue siendo un muro para un poeta como Pavese que no acabó nunca de mostrar en su verso los rasgos de modernidad superficiales[iv]. Ahí radica una de las razones que lo mantienen vigente para el público, cada vez menos numeroso, que ama la poesía.
Es difícil saber si hemos interpretado bien a nuestros poetas, aunque creo que lo importante es abordar con sinceridad lo que se nos ha quedado en la memoria y sigue vivo en nuestro deambular por los recuerdos inextinguibles de las calles vacías de nuestra infancia, ese lugar donde transitarían las frustraciones que determinaron su carácter reservado y taciturno; su madre era severa hasta la inflexibilidad, llevada por la amargura de tener que arrastrar sus celos ya que su marido la engañaba frecuentemente. Nada hace a un hombre más vulnerable con las mujeres que haber tenido a un padre mujeriego y una madre que no supo mostrarle su cariño.


  En Cesare Pavese observo la soledad de un hombre bueno e íntegro que no podía comprender los intereses mundanos porque nunca tuvo lo que cualquier persona tiene[v], la dificultad extrema en entablar una relación amorosa del solitario que amaba a las mujeres con una devoción enfermiza, lastrado como estaba por la timidez y el miedo que le provocaba su impotencia, sus remordimientos por no haberse echado a los montes donde algunos amigos murieron y otros no regresaron nunca aunque conservaran la dirección y el nombre.

Vale la pena estar solo
para estar siempre más solo aún.

La poesía que buscaba como un sueño indefinido que solo le visitaría de tarde en tarde a raíz del desengaño, la desaprobación y la indiferencia que le supuso su único poemario, Lavorare stanca[vi], uno de los más destacados que se recuerden.



Supongo que él no hubiera podido imaginar que se le recordaría por sus últimos versos, esos que surgieron de un deseo no realizado, esos que no nos advertían que trabajar cansa pero nos decían que la muerte tiene los ojos color avellana y que ningún hombre se quita la vida por el amor de una mujer mientras los gatos saben que nunca acaba la angustia de aquel que se consume por una espera que no podrá morir en un último encuentro[vii] que nunca llega.

II

Basta algo de silencio y todo se detiene
en su lugar real, igual que está mi cuerpo.
(Manía de soledad)



Es preciso encontrar, en la maraña de lo que nunca escribiste, las palabras que mejor te representen para encontrar una salida a tus equivocaciones, para decirle a los vientos cuando recorran su calle que pasabas por allí, que, aunque nadie lo recuerde, alguna vez viviste, que tuviste una amante aunque nunca yaciera con ella, y un amigo aunque hayas olvidado su rostro y su nombre pero recuerdes su sonrisa en los días grises y un pueblo que recitará tus versos de mala gana porque se han convertido en la única posibilidad de que algunos se ganen la vida ayudando a estudiosos y periodistas a recorrer la pequeña senda del poeta.

III
Tendido en mi sudario 
se apagará conmigo 
el muchacho que tiembla en la colina 
con el polvo cegándole los ojos.
(Segunda Guerra- F.E. León) 


El delicado estado de salud[viii] que padecía hizo que Cesare Pavese no estuviera en el frente durante la Segunda Guerra Mundial, eso no fue suficiente para evitar que la viviera con una angustia intensa y que floreciera en su alma un sentimiento de culpa que le corroía y en el que invocaba a compañeros perdidos que se echaron a los montes. A pesar de los años y las dificultades implícitas a un tiempo de guerra seguía pensando en Battistina Pizzardo.


Todo encierran tus ojos.
De salobre y de tierra
son tus venas, tu aliento[ix].

Intento reconstruir mi relación con Pavese, lo considero un poeta imprescindible, sus poemas me han acompañado desde 1983 y he tenido la suerte de que José Agustín Goytisolo y Ángel Crespo  estuvieran entre los traductores de sus poemas. 

         De vez en cuando hablo de su soledad con Laura, y cotejo sus errores con los míos y no hay manera de que pueda acercarme a su drama cotidiano. Era taciturno, silencioso, grave, sus flores no nacían en un recuerdo claro que atrajera a los ojos alegres que pasaban por su vida y temían enamorarse de él por su tristeza. No fue un niño feliz y lo mostraba en cada gesto, en las calles desiertas caldeadas por los soles del estío.

En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
sumergidas. Eres sombría.
Para ti el alba es silencio[x]. 

Pienso que Pavese y yo jugamos con un margen de error pequeño por diferentes motivos, por circunstancias dispares; él era sincero cuando decía que el triunfo de una persona era medido por las cosas más elementales de la vida; satisfacer a una mujer, conservar a un amigo, mezclarse con la gente de su pueblo y tener las mismas aspiraciones que las personas que luchan por mantener un trabajo o una relación gastada que, aun así, a él le colmaría. Yo ni siquiera he podido malvivir de lo que escribo y ha sido una de las reglas con las que he medido la soledad del mar cuando lo inundan de banderas que no nos representan en el viento. Pero he tenido el amor, aunque, casi nunca, he sabido verlo.

IV
No conoces los montes
donde corrió la sangre[xi].



Tanto tú como yo, Elda, tenemos la suerte de no haber vivido una guerra, eso no quita que no podamos tener una percepción de ella a través de lo que hemos visto o leído. Estos versos tienen mucho que ver con la lectura de los que Cesare Pavese escribió en 1945, me impresionaron en su día y no han dejado de hacerlo, coincidían la guerra y la falta de amor.

El silencio y la noche mordían con su abrazo 
mi alma en la litera 
y ardía el mundo de los tiernos y de los tristes   
devastado por los celos de la espera que no muere.
(F.E. León) 

Quise acercarme todo lo que pude a un poeta honesto que llevaba con amargura no haber participado en la contienda al lado de los partisanos por problemas de salud.

V



El 11 de Abril de 1950 se produjo la última ruptura amorosa del poeta y escritor italiano Cesare Pavese. Constance Dowling, así se llamaba la actriz americana de la que se enamoró, no haría olvidar a Pavese del que fue el gran amor y la gran decepción de su vida; Battistina Pizzardo,“la mujer de la voz ronca y dulce que no vuelve del silencio frío", pero pudo haber sido una tabla a la que asirse para vencer esa manía de soledad que le corroía.


Tu alma aún desvela tu cita con los ángeles
del pórtico que sueña con el amor eterno;
no vuelve del silencio lo que nunca dijiste
y ardía en tu mirada,
Cesare nunca tuvo lo que siempre he tenido;
cuando llega al albergue
siempre escucha la ausencia de la voz que le hiere.
(F. E. León)

         


[i] Manía de soledad. Todos los versos de Pavese que se citan en estas cartas fueron traducidos por José Agustín Goytisolo.
[ii] Placeres Nocturnos
[iii] Ejercida con maestría por unos pocos que, además, le quitaban los ropajes de la intrascendencia, demostrando que la poesía le debe más al estado emocional de lo que se escribe que a la forma´.
[iv] La modernidad en la poesía de Pavese está en el fondo. Ahí radica la aceptación natural que tiene Pavese en el, cada vez más escaso, público que ama la poesía.
[v] Gertrude Stein , quizás un amor correspondido que Cesare no supo o no quiso ver, afirmaba siete años después de su muerte al visitar la habitación del hotel en el que había muerto, que nunca tuvo casa propia, que nunca compartió con mujer alguna un despertar mientras sus ojos enamorados lo miraban.
[vi] Trabajar cansa. Hay quien considera “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1950)” un poemario, particularmente pienso que son poemas sueltos.
[vii] Se piensa que las últimas llamadas que realizó y quedaron registradas en la recepción del hotel, fueron dirigidas a Constance Dowling.
[viii] Era asmático.
[ix] De salobre y de tierra.
[x] Tienes el rostro de piedra esculpida.
[xi] No conoces los montes.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.