jueves, 23 de noviembre de 2017

Amy Winehouse - I love you more than you'll ever know

 


Amy participaba de la misma soledad y el desapego de sí misma que hemos visto, a plena luz del día, en algunas estrellas.
(15 de julio de 2015)


Quizás quise reflejar, a través de su martirio inquebrantable, la soledad en una ciudad cualquiera que no puede acogernos y devora a los artistas que no quieren plegarse a los delirios de la fama. En este momento habría afrontado su muerte de otra forma, habría llorado simplemente por aquella niña triste y descontrolada con un talento enorme. 

El talento no justifica las salidas por la puerta de atrás, el caminar continuo por un cable sin red, no exime de culpa, pero, en su caso, el castigo fue excesivo como suele ser la norma cuando se trata a la bravura, tuvo que  vivir una temporada en el infierno antes de morir, atravesar un vagabundeo espiritual que le robó la sonrisa.

 (24 de septiembre de 2015)

Hemos perdido a una cantante irrepetible sin darnos cuenta apenas, sin que pudiéramos ni quisiéramos evitarlo, sin que nos asomáramos a su abismo aunque solo fuera por un atisbo aletargado de la desesperanza humana acorde con nuestro tiempo, tenía un corazón que no le pertenecía, ni siquiera ella misma sabía lo que buscaba, siempre cantaba a un amor herido, sufría por el abandono o por  la entrega a la rutina mientras los tontos hablaban en la calle sin decir nada mientras pasaban los tranvías que nunca se llaman deseo.
(21 de noviembre de 2015)


martes, 14 de noviembre de 2017

Jacques Brel - Orly



 

 Pocas veces había sido Brel tan interminablemente triste, repite sin cesar que la vida no regala nada, y hace sentir que el final de un gran amor tiene sensaciones que lo equiparan en su tragedia con la muerte, esa que ya jugaba con él hasta helarle la sonrisa.


Puede que Orly sea la canción más conocida del mítico álbum “Les Marquises”, un gran hito para el público francófono por ser el último que grabara un retirado y misterioso Brel, por el número anticipado de copias vendidas, por la calidad que se le reconoció una vez salió al mercado. Siendo Orly una gran canción hemos de admitir que le salieron rivales colosales en el mismo disco, entre ellas la inmortal "Ver a un amigo llorar".

El aeropuerto parisino es el marco que eligió para demostrarnos el momento en que una pareja, mientras pasan hombres y mujeres ocupados en sus propios pensamientos, salta en pedazos, quizás por celos, por desamor o por hastío, son tan delgados que no pueden ser deshonestos, llega a decir, narrando en primera persona, centrándolos en el objetivo de sus ojos entre más de dos mil personas que pasan.

 Hay quien afirma que esta canción es una réplica acerba y paródica a la vitalista y despreocupada “Un domingo en Orly” de Gilbert Bécaud, de hecho hay un verso que hace referencia a ello y nombra a su colega desde la amargura que transita por su pecho que no desde el sarcasmo. Porque creo que Brel buscaba algo sustancialmente más profundo en el momento que empezaba a bajar los brazos y a componer canciones con una morosidad en absoluto acorde con su carácter impulsivo. Se acabaron los tiempos en que se reía de su propio final aunque reconociera el miedo cuando presentía el instante único, ese en que decía que la vida solo tiene dos fechas, en que dormir es morir un poco si no se sueña.

Víctor Jara - Neruda - Ya parte el galgo terrible



“Un obrero sin trabajo, no importa que sea o no sea marxista, no importa que sea o no sea cristiano, no importa que no tenga ideología política, es un hombre que tiene derecho al trabajo y debemos dárselo nosotros”.

(Salvador Allende)


Aquí en España, Allende es venerado en círculos, cada vez más pequeños,  por lo que hizo y más aún por lo que pretendía hacer. Me emocionan algunas cosas que propuso,  algunas medidas que tomó; la nacionalización del cobre, para acabar con la especulación sangrante que perjudicaba a todos de una compañía estadounidense está en el origen de su indirecta condena a muerte.

Allende, a pesar de pactar con ellos en las elecciones de 1970, mostraba una izquierda lejos del mesianismo dogmático de un comunismo sediento de revancha que perdía sus justificaciones cuando proponían como modelo a seguir los de la tierra de promisión y sus métodos coercitivos e irrebatibles, a pesar de que luchaban, en muchos casos, contra democracias corruptas o dictaduras encubiertas.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Lluis Llach - Laura



Estamos de acuerdo, Juanlu, en lo fundamental; Lluis Lach es un gilipollas, un xenófobo y un supremacista. Es cierto que, como artista, queda muy por debajo de Serrat, lo que es lógico teniendo en cuenta la envergadura de las alas del noi del Poble Sec. Pero hubo un par de años que estuvo con él en las alturas, precisamente los años en que lo conocí y publicó "Viatge a Ítaca" y "Campanades a morts". Era un ídolo para esos muchachos españoles que tanto llegaría a despreciar; “L’estaca” era un himno que buscaba la libertad, “Silenci” una exquisita canción de culto y resistencia con la mirada.

Ya sabes que no es frecuente que un artista sea mala persona, suelen estar demasiado pagados de sí mismos para pensar que pueden hacer daño a los otros, pero ocurre. El ejemplo más ilustrativo que nos ponen es el de Elia Kazan, quizás el mejor director americano de los 50, delató a sus antiguos compañeros de partido durante la Caza de brujas. Quiso quitarse el peso de la culpa rodando, ni más ni menos, "La ley del silencio", pero el daño ya estaba hecho y algunas carreras destrozadas. Desde luego que Lluis Llach no puede competir con él como artista, pero como delator le gana, su repulsa a lo que cree diferente nos salpica a millones de españoles, y a millones que, además, son tan catalanes como él, por mucho que le pese. 

“Laura” es una canción con un profundo y ensoñador sabor mediterráneo en la que nos demuestra que la amistad puede ser tan hermosa como el amor, cuando solo nos queda dar aliento, cuando se atraviesan juntos las tormentas. Una joya perdida y única que desconocen demasiados españoles.

Pink Floyd - Wish you were here - Brain damage



¿Y qué hemos encontrado?
Los mismos antiguos miedos,
ojalá estuvieras aquí.
(Roger Waters - David Gilmour)
     

Esta canción de Pink Floyd era la que más nos unía, quizás Star Man o Five Years de Bowie estuvieran ahí, entre las nuestras. Pero era el talento como compositor de Roger Waters, la voz de terciopelo compungida de David Gilmour y el recuerdo del genial y malogrado Syd Barrett los que hicieron posible que esta canción pasara a ser una de las maravillas imperecederas del pop-rock.

¿Puede ser tu amigo alguien con quien solo una vez te tomaste una copa y que, en buena lógica, pertenecería al ámbito de los compañeros de trabajo o de los conocidos que te caen bien? Hace una semana hubiera dicho que no, ahora pensando en lo que una persona deja en ti, aunque ni siquiera lo hubiera pretendido, cambiaría la respuesta. No puede ser sino un amigo alguien que te enseña a amar a Bach y a Schubert en sus gigantescas dimensiones, que te deja algo de su erudición y de su bagaje cultural,  de su independencia, a pesar de sus equivocaciones, que, aunque entre líneas y de una forma difusa, te habla del sufrimiento y de que ha llegado a odiar “Pequeña serenata diurna”, probablemente la canción que más amaba.

       Roberto y yo teníamos muchos puntos en común, empezamos muy pronto a trabajar en la misma empresa, aunque en distintas ciudades, ambos estábamos ya casados y teníamos un niño, casi de la misma edad, más o menos como nosotros mismos, ambos pasamos en circunstancias desfavorables por una casa de putas, como él solía decir, en la que los menos favorecidos lo poníamos todo.

       Los dos adorábamos la música, él situaba la clásica varios peldaños por encima de la popular.  Intenté explicarle, en vano, que si Mozart hubiera nacido en nuestros días se llamaría Paul McCartney y Bob Dylan sería Beethoven. Salvaba muy poco de estos tiempos modernos, lo bueno fue que coincidíamos en nuestros gustos sobre la música del momento. Pink Floyd y dos de sus cinco obras maestras los tenía en cuenta como si se trataran de auténticas sinfonías; La cara oculta de la Luna y Ojalá estuvieses aqu) eran situadas en su mente dentro del terreno de lo imprescindible, el viaje al sonido que nos recomendó cuando éramos muy jóvenes uno de los críticos de rock más importantes que ha habido en España.

       Vamos a imaginar que somos músicos y que somos muy buenos, tocamos y componemos en esta banda. Él no podría haber sido otro que Syd Barrett, yo tendría en Roger Waters el yugo que somete a mi propia creatividad. Él ha decidido dar un carpetazo involuntario con todas sus fuerzas y me deja un poco solo en la tarea de sacar la empresa adelante. Tres años duros, muy duros con discos experimentales y confusos, y otros, además, mediocres. El asunto empieza a aclararse con la ensoñadora y fascinante "Ecos", hay que dar el paso definitivo, dejamos de tocar en público para concentrarnos en cuerpo y alma a ese proyecto. De repente, vuelve a aparecer Roberto, en esa nostalgia, en esos sueños perdidos. Waters se saca de la manga Brain Damage (Cerebro dañado) y lo fusiona magistralmente con Eclipse.


       El grupo tarda dos años y medio en publicar un nuevo álbum, en éste, el guiño antológico que hemos comentado es la espina dorsal desde la que dimanan todas las pretensiones de ofrecer un homenaje sincero y angustiado al principio de un camino que se antojaba interminable. La sinfonía de nuestros días es "Brilla sobre ti un diamante loco".  Esta canción, la más trabajada y de más nítido sonido, iba a dar el título al álbum, afortunadamente lo cambiaron por "Ojalá estuvieses aquí", "Les adieux" de todas las horas para los amantes del genio malogrado del rock.

***

          La música fue el hilo conductor de casi toda nuestra relación. No fue un capricho que intentara articular todo el poema sobre ella. No aparecen compositores españoles de música clásica porque, erróneamente, no los tenía bien considerados. De la otra música, como decía él, hice referencias a Pink Floyd y a Georges Brassens, pero me olvidé de David Bowie y su Ziggy Stardust.

       Ya ves, Beatriz, he puesto "Wish you were here" mientras te escribo y no solo por Roberto sino también por Syd Barrett que fue quien inspiró esta canción por su deriva mental y emocional. Leía durante aquellos días, en el prólogo que Antonio Tabucchi escribió para "Fragmentos" de Marilyn Monroe, acerca del problema que arrastran las personas sensibles e inteligentes para situarse en un mundo que no es el suyo. Creo que en esto último situaría el paso de una noticia que me afecta más conforme avanza el tiempo. Pretendí que todo lo que se decía en el poema fuera cierto. Al final, nos queda la música.
( Conversaciones con Beatriz - 23-11-2012)


A Roberto
¿Qué hemos hallado?
Los mismos antiguos miedos.
¡Ojalá estuvieses aquí!
(Roger Waters – David Gilmour)

Adiós, esta música celta se ahoga
sin latido, sin gaita que despierte
en los recovecos que ha dejado tu figura,
tan olvidada de ti mismo que recurre
al ensayo de un adagio enrevesado
que se pierde en el aire, su vereda,
para no tocar las manos que lo arrancan.

No quisiste ver el mar antes de la alborada,
este mar que saluda desde ventanas grises sin pañuelos,
desde la melodía sin ritmo de las olas
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas
que tocaste cuando llevabas el pelo largo,
creías que te llamabas David Gilmour
y cantabas con voz de terciopelo emocionada
“Ojalá estuvieras aquí”.

Has de mantener alta la frente cuando cruces
el bulevar sin gloria que erosiona con sus garras el olvido,
cuando apures el vaso que te lleve hacia las sombras,
cuando habites en el lugar tenebroso
donde Hades domina
al fondo de la escalera sin barandas
donde acaban el dolor y los recuerdos.

Adiós, tenaz compañero que apenas los nombrabas
cuando en tus entrañas se desangraba tu suerte
por haber errado el rumbo
en la ciudad de los milagros,
cuando Beethoven gemía sintiendo un claro de luna
y tus ojos se empañaban de la melancolía
que nunca encontró tus labios, ni acarició tus manos,
y todo se desterraba hacia dentro
cuando un fallo del sistema te absorbía la mañana.

Adiós, quizás las sombras no sean tan oscuras,
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera,
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche
para seguir cantando donde reina el silencio.

Si la música suena en el país de los tristes
adonde fue expulsada  para enjugar una lágrima,
donde otra muerte asombre con sus curvas de ninfa
y su túnica abra con un sarcasmo hiriente,
entonces, quizá entonces
reclames el aliento, las ganas, la sonrisa
que tomar no quisiste
cuando estabas a tiempo
de comprar un billete para el viaje a Viena
donde suena la flauta mágica y ensoñadora
de un Mozart prodigioso que en su delirio te saluda.

14 de abril de 2014