viernes, 3 de noviembre de 2017

Joaquín Sabina - Cerrado por derribo


Hace tiempo que encabezo mis opiniones con el "creo", el "pienso" o el "quizás", y eso es así porque he aprendido a reconocer que me había equivocado en cosas de las que me sentía muy seguro, porque he comprendido que creer en Dios no es hermoso si no se tiene una duda sobre su existencia. Creo que el Sabina que despedía un milenio y se asomaba a otro ya había dejado canciones para que se le recordara, pero es en este período en el que forja el resplandor de su leyenda de hombre derrotado pero no vencido aunque no haya dedicado una canción a los samnitas o a Pirro. Desconozco, como tú, los entresijos de una canción que siempre encontrará a alguien que la quiera escuchar sabiendo que habla de sí mismo y de su propio desconcierto ante el paso de los años. ¡Qué no daría el viejo y ya entrañable Joaquín por volver a sentir el temblor de asomarse a los cincuenta!

Sabina estuvo años forjando una leyenda de libertino urbano, tierno en las asperezas, rebelde hasta con su propia estampa, iconoclasta del jueves con Joaquín e inmisericorde con Sabina, y lo hizo francamente bien con canciones que todos tenemos en la cabeza que les niega que se desplieguen en el olvido como una bandera que se enamora del aire y no representa a nadie. Después estuvo años intentando sin contemplaciones deshacer esa leyenda que no era verdad ni mentira y llegó la inmortalidad con tres discos irrepetibles. Es un privilegiado que alcanzó su plenitud a la edad que muchos habían plegado sus velas incapaces de manejar los vientos que habían cambiado, supo encontrar un rumbo incierto en la deriva con la humildad forzosa de aquel que solo sabe que no puede engañarse a sí mismo y encuentra el arte en la belleza mórbida y decadente de sus propias ruinas.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.